En este Martes Santo tan especial en el que no podemos desfilar, el Capataz de Banceros desea dedicaros una reflexión personal:
Siendo Viernes
de Dolores el día en que escribo esto, me dirijo a vosotros para desvelaros un
secreto: voy a enseñar unas páginas de mi diario, el de un capataz de banceros
de la Hermandad de San Juan Bautista.
Os contaré
como lo veo desde debajo de mi capuz, con el fin de animaros. Hoy Martes Santo,
para que sirva cuando pasemos lista el año que viene no falte nadie, sea
espectador, tulipa, o aquella persona
que se encarga de lavar y preparar túnicas con cariño. Además, todos aquellos
que velan por la seguridad, sanidad, en fin, a todos aquellos que hacen posible
poner algo tan bonito en la calle, todo suma.
Quienes por
desgracia nos han dejado luchando en estos tiempos que corren, seguro que nos
arropan desde lo más alto con su luz, brillando más que nunca.
Buscar en
vuestro interior esa fuerza que nos transmite nuestro San Juan Bautista. Esa
esperanza teñida de verde como el color de nuestra cruz.
La luz que nos
señala con su dedo cada Martes Santo, esa luna llena de primavera que nos
acompaña hasta el final, siempre fiel, que no entiende de horarios, protocolos
ni cuarentenas y que ayuda a terminar de florecer una nueva primavera llena de
luz, vida y color.
Hoy también
esta mirar, relajaos, porque todo va salir bien.
Como el
profeta anuncio en su día “LA BUENA NUEVA”.
Hoy cuesta
comer, es Martes Santo.
Me visto junto
a mi hijo para salir juntos hacia el “Persi”, donde quedamos con todos los
hermanos para tomar algo y liberar tensiones, no sin antes, pasar por casa de
los Benítez.
Subimos para
El Salvador templando nervios y recordando anécdotas pasadas, comienzan las
mariposas en el estómago.
Todos en la
iglesia ya otro año.
Paso lista,
alguno como siempre llega tarde, para variar, los tallo, cigarrito, todo en
orden.
Se aproxima la hora, vamos a encarar el paso a las puertas de Zapata.
Se abren las puertas, suenan las trompetas de Romero, De La Fuente, Belinchón, García, Guijarro, González y Simón.
DO, MI, DO,
DO. Se pierden entre los ecos de los muros de la plaza del Salvador, son las
19.00.
¡CHAVALES!
¡LISTOS! ¡PREPARADOS! ¡A BRAZO!
Adelante, cuidado escalón, vamos, izquierda, derecha, abajo un poquito,
vamos saliendo poco a poco y al fin:
¡A
HOMBRO! El San Juan está en la calle.
Salimos de la
oscuridad otro año más, si todo llega. Primeros horquillazos por Solera, no
puedo evitar acordarme de mi gran amigo Zafra, vamos a darle un meneíto y
llegan las primeras roturas, quién si no.
Llega el peso,
ajustamos y no hemos roto tulipa este año, dichoso balcón. Y el borrego firme,
va para arriba, qué gusto da verlo.
Filas
repletas. En la cabecera, detrás del guion, me alegra ver la fila infantil,
menuda cabecera. Todo en orden: Dice Mariano y Edu.
Las capas
revolean bonitas y nuestro farolillo luce en nuestro azulejo de Sequí, como
manda la tradición.
La cerera sube
a encender tulipas, anochece. Nazarenos de fila es vuestro momento, arropadnos.
Los cereros tulipa a tulipa manchan sus túnicas de cera verde encendiendo las
velas de todos los hermanos.
Angustias, por
tu cara de pena. Que no falte de nada a nadie, le dice algún bancero cuando
busca algo debajo de andas, una de tantas. Vaya trabajazo realiza mi camarera,
que suerte la mía.
Estamos
llegando a la Plaza y les he metido tiradones, dicen que van bien. Pues vamos a
lucirnos, suave y sin saltar, de una.
Poyatos marca
el aviso, Diego redobla, suena el bautista.
TOC, TOC.
Espero que no se pierdan, pero alguno estará con el freno de mano por si acaso.
Como siempre lo bordamos; se me cae la segunda lágrima, a borriquetas.
Bocadillo rápido y toca volver.
Todos listos, señores, preparados, nos vamos. Y ya estamos con los cambios para variar, pero la gente tiene que ir bien, es lo principal.
Vamos llegando
a San Felipe y con el primer miserere de Cuenca, los pelos de punta. Llega a
nuestra puerta y Bolita no falla ¡qué espectáculo! Solo retumban los
horquillazos mirando la hoz del Júcar.
¿Cómo se darán
las curvas? Porque aquí si hay fuerzas. Finalmente las pasamos de maravilla
porque tengo unos banceros de pro.
Dejando atrás
el árbol de Judas en la curva del escardillo llegamos a Palafox con La
Trinidad, y toca cambio. Altos por bajos y viceversa para abordar la temida
Carretería.
Pasando por el hospital de Santiago, un momento muy especial para muchos donde giramos la imagen en homenaje a los caídos y fallecidos.
El año que
viene será más intenso pues mi gran amigo Luis, ¡ay Luis!, cuánto echaré de
menos un cigarrito contigo.
Pero tenemos
unos hachones que cierran filas acompañados por La Presidencia Veterinaria
dónde tengo una amiga que no falla, el año que viene no tienes escusa. Te
quiero ver. Habrá más velas que nunca, de eso estoy seguro.
Enfilamos la
temida Carretería con San Esteban y La Diputación a ritmo ligero. Aquí
normalmente llevo debajo varios tiradillas que van debutando, pues algún
listete se me escaquea un rato. ¡Qué tendrá mi bonita Carretería!
Seguro que el
año que viene está repleta de gente y filas. Tenemos muchas ganas de desfilar.
Bueno,
empiezan a verse en lo alto las farolas de mi barrio Los Tiradores. Viene lo
bueno y ellos lo saben. ¡Qué nervios! Viene lo mejor, lo que esperamos de año
en año.
Otra vez no
falta nadie, llegan los que descansaron.
Ahora sí, Ugeda
coloca la banda. Nos despedimos de los chavales de Poyatos ¡qué bien lo hacen!
Cada año mejor, son unos nazarenos más como nosotros.
Y ya cuesta
arriba por los Herreros con las Infantas suena ¡Clas! Qué decir, sobran las
palabras y los textos.
Enmudezco, me dejo llevar. Floto.
Es su momento,
yo sobro, no les hago falta. Lo tienen bien estudiado. Por eso me echo a un
lado y mientras lo disfruto, aprovecho para pedir a todas las imágenes del
Martes Santo que nos ayude a salir de esta, y que le guarden una butaca en
primera fila a los se han marchado para que vean esto cada Martes Santo.
Tengo que
volver, es hora de encerrar y aquí hago falta. Última marcha. ¡Disfrutad
chavales, que suene San Juan de Cabañas que esto se acaba!
Miro la luna
por última vez, ella me devuelve la mirada y me alegro. Me lo ha concedido, eso
es que nos hemos portado bien quedándonos en casa. Lo hemos superado, todo ha
salido bien. Acabo de ver en ella a todos los que se han marchado por culpa de
esta dura enfermedad.
Estamos aquí
otro año más. Me abrazo más que nunca con todos porque ahora sí que podemos
besarnos y abrazarnos. Pero no me puedo marchar al gasto sin despedirme de
nuestro consiliario Don Gonzalo, que con cara de cansado me da las gracias por
el desfile. A su lado y cogidos de la mano, grito:
- ¡Viva San Juan!
Porque esta
procesión termina aquí, pero ya pienso en la siguiente con la misma ilusión y
ganas.
Tengo claro que estarán todos, como ahora lo están de diferente manera.
Cierro otro
Martes Santo más con un resoli en la mano y una magdalena junto a mi familia y
mi gente en la calle de Los Tintes junto al sonido del agua del Huécar.